
En el momento de la floración, en los campos de lavanda que perfuman el aire, los recolectores trabajan duro para recoger este néctar de las flores y llevarlo de vuelta a las colmenas instaladas en las cercanías. Es cierto que cada espiga de lavanda contiene cerca de 120 flores, que la meseta de Valensole está cubierta de ellas y que el período de floración es bastante corto. Los recolectores son ayudados por los trabajadores de ventilación que deben mantener la colmena a una temperatura constante y controlar el nivel de humedad. No falta el trabajo de las abejas para transformar este néctar en una miel emblemática de una calidad buscada por los aficionados. Una miel clara y dorada que puede blanquearse con el tiempo sin alterar su sabor sutil. Su textura cremosa, su color claro y su sabor delicadamente afrutado la convierten en una miel excepcional.