Le nom du monde est jardin toma el jardín como un lugar único y original, un espacio abierto al resto del mundo, capaz de facilitar una reflexión global sobre la propia vida cotidiana, las propias acciones y su coherencia, sobre el significado que debe darse a la propia vida. Dado que el jardín y las plantas nos habitan y son parte de nosotros, el jardín o lo que evoca es fuente de inspiración y asombro. Lo que allí se hace y tiene lugar está en estrecha conexión con otras esferas de nuestra vida cotidiana. Es un espejo de nosotros. Si el jardín está bien, ¿no podría estar mejor la naturaleza, el mundo también? Estos gestos redondos, estas prácticas respetuosas, estas herramientas y estos objetos de moda local hacen más humanos los nuevos jardines, los nuevos lugares de producción, y la naturaleza alrededor parece estar satisfecha con ellos. El libro está dividido en 10 capítulos, escritos de manera personal, militante y didáctica. Cada uno de ellos presenta un conjunto de prácticas que cobran sentido, pretexto para una reflexión más universal. Algunos dibujos lineales ilustran algunas de las prácticas descritas. Un cuaderno práctico con direcciones y referencias bibliográficas concluye cada capítulo. Una invitación a explorar el jardín, espejo del mundo, y a descubrir prácticas respetuosas con la naturaleza