Durante el confinamiento de la primavera de 2020, Tony Durand se acostumbró a compartir las comidas en familia en su jardín normando para aprovechar el clima excepcionalmente soleado. En un estallido de euforia ante el amanecer de la primavera, y para distraer a sus hijas, se abandona, una mañana, a soñar despierto y se imagina a sí mismo como un joven ciervo, devorando con avidez los primeros brotes que luego aparecen en los arbustos circundantes. Y tal no es su sorpresa cuando, unos días después, un joven ciervo salta el seto para encontrarse frente a él... Convertirse en ciervo tiene como punto de partida este azar, esta coincidencia, este encuentro entre lo imaginario y la realidad. Más allá de contarnos las delicias de la vida de un joven ciervo en una naturaleza que despierta, Tony Durand se vuelve literalmente uno con él, se proyecta con empatía y humor en las sensaciones y aspiraciones de su doble animal. En tantos pequeños toques como capullos hay en los árboles, el autor nos transporta en su admiración por la vivacidad y libertad de este fascinante ciervo, y abre de par en par las puertas de lo vivo y lo imaginario que puede suscitar. _________ “Si yo fuera un ciervo joven, trataría los obstáculos con desprecio, saltándolos, frío, sin impulso si me atrevo a decir. Fronteras, barreras, las atravesaría con una facilidad desconcertante. Un agujero en la vegetación me animaría a salir de las alas, sin previo aviso. Si fuera necesaria una salida de emergencia, una puerta abierta sería una salida honesta para los artistas (no es necesario que me acompañe, conozco el camino). Un obstáculo ? ¿Dónde está eso, un obstáculo? » Las andanzas literarias de un autor inspirado en la efervescencia primaveral de la naturaleza.