Según Emmanuel Macron, oponerse al despliegue de la quinta generación de telefonía móvil nos llevaría directamente al país de los Amish, seguidores del regreso a la lámpara de aceite. Detrás de este desprecio fuera de lugar, ¿no hay un miedo de pánico a abrir una polémica en torno al tipo de sociedad que está dibujando el 5G? Un mundo hecho de algoritmos, perfiles y vigilancia; un mundo donde las relaciones humanas están condicionadas por la omnipresencia de las prótesis comunicantes, donde los estímulos publicitarios permanentes no dejan tregua, espiando nuestras más mínimas acciones y gestos, escudriñando nuestras reacciones pavlovianas para aprisionarnos mejor en un e-world extático… Durante muchos años, la telefonía móvil y, en general, las innovaciones tecnológicas se han considerado un tema “ademocrático”. Solo un puñado de ingenieros de telecomunicaciones, informáticos e inversores pueden pensar en estas innovaciones que, paso a paso, están provocando un profundo cambio en nuestra relación con el mundo. La elección de sociedad inducida por el 5G requeriría al menos un debate público pluralista, contradictorio y transparente. Según Stéphen Kerckhove, Director General de Agir pour l'Environnement, ha llegado el momento de rechazar resueltamente esta huida al abismo. Uniéndose a las asociaciones movilizadas, llamando a los cargos electos locales, organizando bloqueos de obras de construcción o participando activamente en una campaña de boicot al 5G para obtener lo que nos corresponde: ¡un planeta sostenible! Aldous Huxley power 5: ¡bienvenido al mundo distópico de 5G!