Para un artista como Raphaël Zarka, el skate es ante todo una cuestión de formas. Formas de reposo, formas de movimiento, recorren silenciosamente la historia del arte y la ciencia, desde Galileo hasta Robert Morris. La arquitectura urbana, pero también los módulos de los skateparks, extrañamente les hacen eco. En cuanto a la práctica del skate, como muestra La Conjonction Interdit (2003), siempre se trata de operar una especie de “montaje” entre la diversidad de materiales y formas que ofrece la ciudad, al dinamizar o desestabilizar las estructuras destinadas al descanso. y comodidad, hasta el punto de invertir sus funciones y significado. Los ensayos de Raphaël Zarka son así parte de una especie de arqueología fantástica; amplían a su manera su obra escultórica y fotográfica. La cronología “lacunar” presentada en Un día sin ola ofrece una lectura sobria e incluso lacónica –aunque extremadamente informada– de una historia que generalmente fue tratada a modo hagiográfico por los primeros skaters, “viejos combatientes” reconvertidos al periodismo o la sociología. Hace aún más sensibles las líneas de fuerza que atraviesan la práctica del skateboarding y la vinculan a todo un sector del pensamiento contemporáneo sobre la transmigración de formas y usos. elie durante