Tomó un joyero de cuero y con cuidado limpió el polvo de la parte superior con una manga de su bata de seda. Ella acercó la caja y abrió la tapa. Un collar de plata con Santa. María, que reposaba sobre un suave tapizado de terciopelo, le recordaba a su abuela y todas aquellas mañanas de domingo en las que solían ir juntas a la iglesia; el broche azul que su madre solía usar en ocasiones especiales casi ha perdido su brillo. Pero ella seguía amándolo igual de bien. El anillo que su difunto esposo le regaló para su primer aniversario de bodas tenía un lugar especial en la caja. En aquel entonces era muy difícil conseguirlo, así que ella sabía que no era un rubí auténtico, pero no le importaba, seguía siendo el más preciado. Se podían ver los reflejos de la luz en la piedra carmesí. El rojo era el color favorito de Jim. Cada vez que ella usaba un vestido rojo él decía lo hermosa que estaba. Ella lo extrañaba mucho. Cada día. Al menos tenía la caja llena de recuerdos.