Ubicación originalmente prevista de la pintura. Estaba destinado a colocarse detrás de una pantalla de coro, frente a un crucifijo adjunto a la pantalla. La Virgen y el niño Jesús contemplarían la crucifixión, con la Virgen presenciando la tortura y la muerte final que le sobrevendría a su Niño, y con el niño Jesús mirando hacia su propio futuro a manos de los soldados romanos. Es a esta escena de la crucifixión a la que también apunta San Sixto y no a nosotros, el espectador. Con todo esto tomado en consideración, ahora se entienden las expresiones de miedo y tristeza. Casi como una lección sobre la peligrosa naturaleza de contemplar el propio futuro. Los dos pintorescos ángeles alados, conocidos como putti o querubines, apoyados sobre sus codos y admirando a los tres personajes que se encuentran sobre ellos, son otro aspecto destacable de esta pintura. Estos dos querubines han alcanzado su propio tipo de fama, apareciendo con frecuencia en todo, desde sellos, ropa y revistas hasta, si lo decimos nosotros mismos, calcetines bastante atractivos. Su origen también se ha convertido en una especie de leyenda, con algunas personas diciendo que cuando Rafael estaba pintando a la Virgen, los hijos de su modelo entraban a mirar y, sorprendidos por su postura, los agregaba a su trabajo. Otros dicen que Raphael se inspiró en dos niños que encontró en la calle cuando los vio "mirando con nostalgia el escaparate de una panadería". Sea cual sea la historia, parece que el arte imita a la vida.