Mi abuela me contaba las historias de Gabrielle Chanel y Sophia Loren.
Mi abuela era mi ídolo. Era la mujer más elegante que conozco, siempre con pintalabios y vestidos elegantes con joyas de ámbar, perlas y un gran perfume.
Ella me dio su elegancia y sus modales. También me enseñó a diseñar té.
Tuve una infancia muy feliz. Recuerdo recolectar hierbas de la montaña cerca de mi casa con mi abuela. Los días pasaban recogiendo tilos de los árboles, toronjil, tomillo, lavanda y caléndula de los campos. Después de regresar a casa por la tarde, estábamos esparciendo las hierbas recolectadas en nuestra soleada sala de estar para dejarlas secar durante unos días. El aroma estaba por todas partes. Fue como si los campos de la montaña llegaran a nuestra casa. Cuando estén bien secas, las guardaríamos en frascos de vidrio y las usaríamos durante el resto del año.
Así empezó mi cuento de hadas del té.
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