Como pueden atestiguar muchos empresarios, las ideas para productos a veces no se descubren mediante estudios de mercado, sino mediante la observación. Cuando Scott Farmer comenzó a trabajar en la bodega en la que era socio, se dio cuenta de que la mayoría de los restaurantes dudaban en incorporar sus vinos de alta gama a los programas de vino por copa, porque al final de la noche, estaban cansados de vertiendo sus 'ganancias' por el desagüe. Al observar las prácticas en la bodega, Scott notó el uso constante de gas inerte en la conservación del vino almacenado en tanques, barriles y bombonas. Esto condujo al descubrimiento de que el dióxido de carbono, el nitrógeno y el argón purificados se canalizaban a los contenedores para evitar la oxidación. Mientras la idea le daba vueltas en la cabeza, decidió descubrir cómo llevar los beneficios de la conservación exitosa del vino al consumidor. A través de pruebas constantes, Scott pudo formular una mezcla de gases inertes (básicamente aire puro sin oxígeno) para conservar el vino dentro de una botella que había sido descorchada y tapada y, a veces, permitir que la conservación continuara durante meses e incluso años. Este momento se convirtió en el punto de inflexión en su vida y ahora tenemos el accesorio esencial del vino segundo en importancia después del sacacorchos.