Anclaje profundo, el aliento de la tierra. Cuando todo es inestable, es imprescindible volver a lo que resiste, a lo que está ahí, inmóvil y fuerte. Racine es una respiración que nos conecta con la tierra, un retorno al centro, al cuerpo, a la tierra. Una composición cálida que invita a reducir la velocidad, a alinearse, a habitar plenamente el momento. El pachulí y el cedro del Atlas abren el camino a una estabilidad profunda. El mandarín, en una nota sutil, ilumina el viaje interior sin desviarlo. El incienso sagrado, el jengibre y su calidez vibrante anclan la energía vital, fortaleciendo el vínculo entre la materia y el espíritu. Inhala, desciende. Con Racine, cada respiración se convierte en una base. Una presencia plena, densa y esencial.